Portal del fin del mundo

Debo haber tomado demasiado Alka-Seltzer, porque esta mañana cagué efervescente.

Hubo burbujas negras en el retrete y gemidos del fin del mundo. Hubo una masa oscura y amenazante, algo muy parecido a un animal muerto o a una tormenta de verano.

Mi mujer me ha prevenido acerca de las virtudes del Alka-Seltzer. Aunque probablemente esta pócima no tuvo nada que ver con la diarrea. Aspirina, bicarbonato de sodio, ácido cítrico. Esto es todo. Lo que sí probablemente tuvo mucho que ver fue un frasco de antibióticos que encontré en la cocina. Este es el detalle que no le puedo mencionar a mi mujer.

Me tomé uno por las dudas, porque empezaba a tener dolor de cabeza y picazón en la garganta. El antibiótico en cuestión era gigantesco; a tal punto parecido a un supositorio que en la etiqueta tuvieron que aclarar: Administrar de forma oral.

Lo demás eran indicaciones de rutina: Se usa en el tratamiento de infecciones respiratorias altas y también para el tratamiento de uretritis y brucelosis, y profilaxis de malaria. Efectos adversos: intolerancia digestiva, colitis pseudomembranosa, foto sensibilidad y con menor frecuencia, hepatotoxicidad.

Yo estoy acostumbrado a auto medicarme y las contraindicaciones no me amedrentan. Como en esos comerciales, que luego de describir detalladamente las bondades de una nueva medicina; largan un listado apocalíptico describiendo los efectos secundarios… efectos que si uno quisiera resumir podría decir: esta pildorita podría causarte la muerte, o (en el mejor de los casos) mandarte al hospital con un coágulo en el cerebro del tamaño de una bergamota madura.

Entonces: tomar la pastilla o no tomarla. Esa es la cuestión.

¡Esta es la reflexión que da tan larga vida al infortunio! Pues ¿quién soportaría: los ultrajes y desdenes de la migraña, los agravios de la caída del pelo, las afrentas de la disfunción eréctil, los tormentos del amor desairado, los ultrajes de las hemorroides, la tardanza de los movimientos de vientre, las insolencias del ácido úrico y los desdenes que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando una simple pastilla puede solucionarlo todo?

¿Quién querrá aguantar tales cargas? Gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, sino fuera por el temor a las contraindicaciones. Temor que desconcierta nuestra voluntad y nos hace soportar los males que nos afligen… antes de lanzarnos a otros que desconocemos.

Así que luego de ver el sufrimiento de mi mujer a manos de una bronquitis peluda, decidí tomarme la pastilla fusiforme de manera preventiva. Y de paso un yogurt griego, para aliviar la posible intolerancia digestiva.

Digamos que todos los padecimientos que mi mujer tuvo a lo largo de una semana, yo los padecí en una mañana. No sé qué es la hepatotoxicidad, pero estoy seguro de que yo la tuve junto con la colitis pseudomembranosa y algunas otras tantas dolencias. Aunque la cosa comenzó de a poco.

Temprano fui al baño normalmente. El volumen fue notable, debo admitir, pero los demás detalles de la evacuación fueron normales. Antes de irme a trabajar me tomé otra de las pildoritas de mi mujer, siempre en plan preventivo. Todavía sentía esa picazón en la garganta; esa sensación de que estaba al borde de una enfermedad mortal.

Cuando llegué a la oficina, luego del café y el bizcocho, sentí una pequeña punzada en el  costado izquierdo del estómago. Esto también es normal, luego del desayuno soy muy proclive a visitar la letrina. Ahora bien, me aproximo al punto del relato en el que podría cagarlo irremediablemente. Porque ahora debo usar las palabras para describir algo que está un poco más allá de ellas; algo que solo aborda el territorio del lenguaje de forma tangencial (digamos) entonces la herramienta es inadecuada. Sin mencionar que desde el principio me estoy resistiendo a usar la palabra caca, por ejemplo.

Continúo.

El baño de la oficina nunca tuvo la privacidad acústica que yo preferiría en estos casos. Tampoco tiene un sistema de ventilación apropiado. Solo hay un ventanuco diminuto que nunca se abre porque para alcanzarlo hay que treparse a un librero abarrotado y uno se arriesga a caer de cabeza en el inodoro o mancharse la corbata de caca, por ejemplo.

Así es que para estas situaciones contamos con un aerosol milagroso. El frasco contiene un químico que no disfraza los malos olores, sino que los elimina. El algo que se adhiere a las moléculas del mal olor (así lo explica la etiqueta) y le cambia la polaridad a los iones de modo que neutraliza a las moléculas dañinas y éstas se precipitan inermes. Así, la pestilencia nunca alcanza nuestras delicadas narices. O por lo menos esa es la explicación científica del frasco.

Pero lo que sucedió esta mañana no fue algo que pueda explicar la ciencia; fue algo más bien parecido a un exorcismo. Porque en algún momento, mientras estaba sentado en el retrete, sentí como una presencia maligna detrás de mí. En el espejo de la puerta vi que me crecían alas negras y me vi levitando sobre una sombra inicua. Y luego la obscuridad se esparció por el resto del baño, se adhirió a las paredes, se coló por las hendiduras… penetró las cañerías e interrumpió el flujo del agua.

Sostuve el aerosol como quien levanta un crucifijo.

Inútilmente.

En ese momento tocó la puerta la notaria con el royo de que había un cliente con una traducción de emergencia. Que ella se tenía que ir a una reunión y que a lo mejor yo podía hacerle el favor.

Temí que mi voz fuera a ser un rugido de otro mundo; también me di cuenta que el silencio podría haber sido sospechoso. Sin embargo no pude decir palabra.

– ¿Hola? ¿Don Arroyo? – dijo la notaria -. Esto es realmente urgente…

– ¿Qué puede ser tan urgente? – dijo una voz parecida a la mía -. Acabo de abrir un portal que comunica con las profundidades del infierno y usted preocupada por una traducción. ¡Corra por su vida, sálvese mientras haya tiempo!

A lo mejor no dije nada. A lo mejor solo lo pensé. El silencio a continuación me resultó alarmante.

En ese momento vi que la sombra se deslizaba por debajo de la puerta y me di cuenta que el fin del mundo ya había comenzado. Sentí un alivio muy grande y también ganas de llorar.

12 respuestas a “Portal del fin del mundo

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  1. Es excelente la narración, muy ocurrente. Me he reído mucho porque ante tan delicada descripción pude visualizar perfectamente la situación hasta percibir los olores. No se por que me sentí totalmente identificada.

    1. Me alegra que se identifique. Como dice Larralde: Identifíquese no más, no tenga miedo. Que es mejor identificarse que ser identificado.

  2. Muy divertido. Y va mejorando hasta el final: La idea e imagen de un portal interdimensional y lo oportuno de la secretaria… Quizá le quitaría algún fleco, por ejemplo:
    1) me gusta mucho: «Sostuve el aerosol como quien levanta un crucifijo» (y lo dejaría así)
    2) Pero quitaría «contra el conde Drácula» porque sólo con lo otro ya sugieres una imagen muy poderosa y queda abierta a que cada lector añada lo suyo. Y de la forma que está le impones un poco esa imagen (es sólo gusto personal). -¿Por qué definir esa presencia maligna? -Porque soy el autor y hago lo que me da la gana. -Ah, vale.
    3) También quitaría «Inútilmente» porque se vuelve explicativo.

  3. Tienes razón, soy el autor y hago y deshago… y por eso mismo voy a quitar al conde Dracula. En cuanto al resto de los flecos… Me cuesta deshacerme de «inútilmente» porque vino a reemplazar un párrafo completo dedicado al aerosol. Y no era un párrafo pequeño. Ahí el pulverizador era un cíclope diminuto con armadura de lata luchando contra el mal; o algo así. Su mirada era un haz de luz que finalmente se curvaba bajo la gravedad de éste agujero negro.
    The Pulverizer, se llamaba… Defendiendo al mundo sin perturbar la capa de ozono.
    Pero a los fines del relato el Pulverizer fue recortado.
    Más tarde releo y estamos hablando.

    1. No tienes porqué quitar nada. Deja el texto como mejor te parezca. Hay gente que se lo toma a mal, pero yo tengo esa costumbre de que a veces doy mi opinión y nadie me la ha pedido.
      Aprovecho para recordarte lo mucho que he disfrutado con la narración, viendo al de la foto sentando en el trono de Mordor con una presencia maligna rondándole el esfínter.

      1. Su opinión es bienvenida, compadre y valorada. Y si antes no se la había pedido ahora se la pido formalmente: opine. Otra cosa que le quería pedir, a ver cuándo hacemos ese intercambio de rehenes. El relato que yo quiero es «Bomba de huevo» Desde ya estoy tramando una ilustración. Saludos.

  4. Pues nada, dígame qué quieres que publique este último u otro y lo hacemos ya mismo
    Hay dos formas:
    A) Cada uno publica el texto integro del otro, como un intercambio de rehenes tradicional. Sin prueba de vida y esas ñoñerías.
    B) Cada uno publica los primeros párrafos del otro y cuando el lector le da a continuar leyendo le lleva al blog del autor en donde está completo.

    1. Nos fuimos entonces… Opción B es más sencilla para mí porque solo tengo que darle a «Rebloguear» pero usted meta mano como más mejor le parezca. En cuanto al texto, este último no me parece tan malo, pero si hay otro por ahí le guste no tenga pena. Estamos hablando.

  5. Don Arroyo muy atractiva la narración de una situación casi cotidiana y con prensa casi nula. Salvo… En el caso de los BB. Las descripciones hechas por madres, y más las primerizas, suelen tener además de refinadas descripciones ciertas exclamaciones de placer. Usted le ha dado una jerarquía a este acto oculto y pestilente.

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