Princesas & Dragones

Cuando las princesas se convierten...

Cuando las princesas se convierten en dragones.

(Para titiritero solista y pequeño conjunto de cuerdas.)

Largo.

Había una vez una princesa que se llamaba Tota.
Era una princesa muy linda.
Tenía dos ojos, una nariz, una boca, dos orejas… pelo… como todo el mundo. Pero la princesa Tota tenía también algo distinto. En la parte de atrás de la cabeza, de la nuca un poco más arriba digamos… tenía un cuerno color de rosa. Sí, ya sé que parece extraño, pero es la verdad. Esto es verídico. Que no digan después que yo ando inventando cosas.
Continúo:
Esta princesa, como todas las princesas, vivía en un castillo de cartón cerca de un lago. Era todo muy lindo,  pero la princesa Tota no era feliz. Odiaba su cuerno. Odiaba salir a pasear porque decía que todo el mundo le miraba el cuerno… y odiaba también quedarse en el castillo porque se aburría.
Un día, el Rey, cansado de soportar la idiotez de la princesa, decidió contratar a un titiritero. El titiritero más famoso y más renombrado de todas la regiones y todos los tiempos. Después de un mes de preparativos, la función estuvo lista. Vinieron titiriteros famosos. Vinieron filósofos, eruditos, cosmógrafos y proctólogos de todo el mundo. Toda la nobleza y toda la plebe se reunió en el castillo frente al retablo del titiritero… Fue una cosa mundial. Todo el mundo rió y lloró hasta morir. Pero cuando terminó la función, nadie aplaudió. Era una función en honor a la princesa Tota, y era ella la encargada de iniciar el aplauso. Pero la princesa no hizo ni dijo nada. Se quedó muda en su silla de cartón y esperó… Después de un rato, cuando por fin el titiritero se asomó a saludar, la princesa se puso de pie y dijo:
– No hacen falta tantas luces y tantos paños de colores para mentir como usted lo hace. No me hubiera molestado que sus historias fueran tontas o faltas de sentido, pero sí me ha molestado que no sean verdaderas.
Después de esto, el cielo se cubrió de nubes negras… Un viento helado hizo volar los sombreros y un silencio inexplicable se levantó desde lo más hondo de la tierra…
El titiritero hizo una reverencia y sonrió:
– Es verdad – dijo. – Las historias que cuento son de mentira… Son personajes de felpa y son castillos de cartón. Las historias son inventadas o son sacadas de libros viejos… pero también he contado historias verdaderas y nadie me ha creído. Una vez estuve en un país donde las princesas nacen sin cabeza, y ahí nadie creyó mi historia de una princesa con un cuerno color de rosa. También estuve en lugares donde no saben lo que es un cuerno… donde no existe nada comparable a un cuerno y entonces es imposible explicar un cuerno… o contar la historia. Tampoco ahí me creyeron… o a lo mejor sí, pero ¿qué importa ?
Todos quedaron muy impresionados con estas palabras.
La princesa estaba muy seria, y hasta algunos dicen que lloró en silencio.
Pero el titiritero no se volvió a mirarla. Recogió sus cosas y se fue…

Andante.

Luego de esto, la princesa cayó enferma.
No quería comer… no quería ver a nadie…
Después de unos días, los Reyes comenzaron a preocuparse. Llamaron a doctores de todas las especialidades y uno por uno fueron revisando a la princesa. Todos dijeron algo distinto, pero ninguno pareció notar el cuerno. Unos decían que era melancolía… otros: un mal hepático… otros: estreñimiento. Al final todos coincidieron en que no se podía hacer nada. Había que esperar y confiar.
Hasta que un día el Rey se levantó de un salto.
– He tenido un sueño que ha sido una visión  – dijo mientras los lacayos lo vestían y le cebaban mate. –  He visto a la princesa Tota convertida en un fiero dragón color de rosa. El cuerno que ella tiene en la nuca, es solo el principio de ésta maléfica metamorfosis y solo hay una forma de impedirlo.
– ¿¡Cuál?! – preguntaron los lacayos a coro.
–  Hay que… hay que… – pero el Rey no recordaba. Tenía una memoria de mosquito y a cada rato se perdía en insondables lagunas. – Hay que… hay que.
Pero en ese momento entró la Reina y se paró en una silla como posando para una estatua:
–  He tenido un sueño que ha sido una visión   – dijo. – He visto al titiritero vestido de monaguillo y pidiendo limosna en la puerta de un templo.
– ¡Pamplinas!   – dijo el Rey muy enojado.
– No, pero eso no es todo. Cuando me acercaba, el me decía: Mis historias solo pueden ser verdaderas en la medida en que las creamos falsas… Y entonces le crecían unas alas de cóndor que no te explico y se volaba. Pero cuando se volaba ya no estaba de   monaguillo… llevaba un traje muy lindo, con corbata y todo, pero hecho de arpillera o algo así… ¿Qué significará todo esto?
– Al analista   – gritó el Rey. – ¡Hay que llamar al analista..!
Por supuesto que el analista tuvo que venir de muy lejos y les cobró una fortuna.
Después de horas y horas llegaron a la conclusión de que estaban confundidos. El Rey, impresionadísimo con el descubrimiento, salió corriendo loco de contento.
– ¡Estoy confundidooo ! – gritaba por el parque mientras saltaba los ligustrinos como los atletas rusos. – ¡Vivaaa! ¡Estoooy confundidooo!
Pero la alegría del Rey solo sirvió para confundir más al analista, que a su vez tuvo que buscar a otro analista. Pero como los analistas escaseaban y el tiempo apremiaba los lacayos salieron corriendo a buscar a un viejo que vivía solo, perdido en el medio del bosque y que por todo esto era considerado un viejo sabio. Lo que nadie sabía era que en realidad el viejo era sordo y mudo, y que su sabiduría se limitaba a un conocimiento más bien modesto en el cultivo de la papa y la cebolla… Como iba diciendo: los lacayos trajeron al viejo sabio y lo sentaron frente al analista con una libreta y una pipa.
– Es un sabio   – dijeron para desmentir su aspecto. Pero el analista en seguida tomó confianza y le contó todo. Desde sus traumas de la infancia, cuando había soñado con cinco lobos subidos a un árbol y cinco tortugas practicando patinaje artístico… hasta sus traunas de grande… sus fracasos sentimentales y sus fracasos profesionales… Cuando terminó con la historia de su vida, preguntó angustiado:
– ¿Y? ¿Qué le parece mi caso?
Pero el viejo sabio, como era de esperarse, no respondió… Se quedó largo rato viendo por la ventana y dibujando en su libretita de analista. Cuando terminó, dejó el dibujo sobre la mesa y se fue.
El analista quedó al borde de un ataque de nervios, hasta que vio el dibujo. La libreta tembló de emoción en sus manos. Al principio no entendió, pero después empezó a inflarse como un globo.
– ¡El titiriterooo ! – gritó rebotando por los pasillos. – ¡Hay que llamar al titiriterooo..!
Y así fue que legiones de lacayos y caballeros salieron en busca del titiritero. Anduvieron por montañas y por llanuras. Anduvieron hasta que más no pudieron… Pero no lo encontraron. En todas partes contaban de sus funciones y de sus historias pero en todas partes contaban cosas distintas… Unos decían que hacía cuentos de la vida real y que así no tenía gracia… Otros decían que nunca habían visto a un tipo tan pero tan loco… Otros lloraban cuando lo recordaban… Fueron tantas las versiones que se escucharon que ya nadie pensó en el titiritero como en un ser de éste mundo…
Por eso mismo, creo, se olvidaron de él…

Moderato.

Mientras tanto, la princesa Tota seguía enferma.
Lloraba por la confusión que reinaba en el Reino, pero también lloraba porque en alguna parte… otro cuerno le estaba creciendo.
Había comenzado a convertirse en dragón y no había remedio.
Su aliento era un aliento caliente que marchitaba las flores y las mariposas. Sus manos se ponían gruesas y toscas como las de un elefante… Su cuerpo todo crujía en su lecho de enferma y nadie quería acercarse a ella…
En sus noches de soledad, la princesa soñaba con una bruja y una manzana envenenada… Soñaba con dormir para siempre hasta que un príncipe la despertara con un beso… con una calesita o un despertador.
Después se sentía roncar con una voz que no era la suya y se asustaba… y le volvía la fiebre… y le volvía la noche… y etc.

Allegro.

Pasaron los años.
El analista volvió a Viena y el viejo sabio volvió al bosque.
Todo el mundo se olvidó de todo hasta que una mañana.
Una mañana, la bruma del invierno se disolvió como por magia. Las flores cantaron y los pájaros brotaron… y a lo lejos apareció el titiritero. Al principio nadie lo reconoció, hasta que una viejita no tuvo dudas y soltó una carcajada tan fuerte y tan larga que su dentadura postiza rodó por todo el pueblo desparramando la noticia:
– ¡El titiriterooo..! El titiriterooo…
Y la noticia llegó al palacio y el Rey lo mandó llamar.
– Usted tiene que curar a la princesa   – dijo el monarca. – Usted puede hacer una obra que la salve para siempre… ¡Fijesé! Vamos a hacer una obra tamaño natural… Tenemos que hacer un castillo como éste que está acá, y un bosque como ese que está allá. Todo tamaño natural. No importa el precio. Y cuando todo esté listo, usted puede hacer la historia de la princesa Tota… y su cuerno, claro. Pero le vamos a cambiar el final… En ésta historia, la princesa va a perder el cuerno a los quince años y a los 17 va a conocer a un príncipe y colorín colorado. ¿¡Qué le parece?! Final feliz y todos contentos. ¡Una maravilla!
El titiritero estaba cansado por el viaje y porque hacía como tres días que no dormía pensando en la historia de una mosca que perdía la pata en unos fideos con tuco. Miró al Rey y miró la sala del palacio… pensó que a lo mejor. ¿Pero y si la princesa no quería perder el cuerno?
– También he pensado en agregar entremeses – continuó el Rey. – Como va a ser una obra tamaño natural, tiene que durar años y años y para que la gente no se aburra, en los entre actos podemos poner malabaristas… orquestas típicas… concursos y todo eso… ¿Qué le parece ?
Pero el titiritero estaba cada vez menos convencido. Pensó que a lo mejor si la mosca perdía la pata en la nieve… ¿Pero entonces qué hacía con los fideos? Definitivamente había que pensar otra cosa.
– ¿Y? ¿Qué le parece?! – preguntó el Rey ya preocupado por la cara del artista.
– Me parece que no – dijo el titiritero.
– ¿¡Cómo que no ?! Usted no puede   No puede…
– Lo que yo digo… – pero el titiritero no estaba seguro. – Mire, lo único que yo puedo hacer, es representar una pequeña obra… Pero tampoco estoy seguro de que eso funcione.
El Rey tuvo un ataque. Se tiró de los pelos hasta arrancarse mechones. Se dio con la cabeza contra la pared y se masticó los botones del saco, pero el titiritero no cedió. Después de dos horas de súplicas, amenazas y sobornos, llegaron a un acuerdo…
Esa noche, el titiritero representaría, en las habitaciones de la princesa, una única obra dedicada a ella…

Allegro finale.

Esa noche, el titiritero y la princesa desaparecieron misteriosamente. Nadie nunca supo qué pasó. Algunos dicen que el titiritero también tenía un cuerno y que por eso siempre andaba con gorro… Otros dicen que esa noche, en la espesura del bosque, vieron dos hermosos dragones galopando hacia quién sabe dónde. Otros dicen que los prófugos se casaron en un pueblito perdido entre las montañas y que ahora viven felices rodeados de niños y etc…
La verdad. ¿Quién puede saberla ?
Y sobre todo, ¿a  quién le interesa? Teniendo en cuenta que ésta, es solamente otra historia, de otro titiritero…

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